domingo, 28 de agosto de 2011

Quizás puedas destruirme, pero jamás derrotarme.

Siempre había pensado que no podía hacerlo. Que se reirían de mi. Que haría el ridículo.
Y siempre que llegaba la hora de dar un paso más, retrocedía y salía corriendo.

¿Amar es sacrificar todo para lograr verlo?

Tanto se puede creer en el amor como se puede dudar. Si se practica el segundo se vive una vida donde se edifican paredes de protección con el propósito de no ser dañado.
Pero con el tiempo y el aislamiento te das cuenta de que esos muros que fueron puestos ahí como protección se han convertido en tu prisión. Y es precisamente en ese momento cuando tomas la decisión de quedarte ahí y morir, o iniciar el camino de la libertad y la expresión de tus verdaderos sentimientos.
Es normal tener miedo ante lo nuevo. El miedo es una reacción natural frente a una situación que nos toma por sorpresa y que, obviamente desconocemos. El miedo es, también, la afirmación más clara de nuestra humanidad. Y eso lo aprendemos desde pequeños cuando damos nuestros primeros pasos. Para aprender a caminar uno tiene que tropezarse, golpearse, levantarse. Caerse varias veces, levantarse y otra vez volver a caer. Pero sobre todo vencer el miedo, vencer el círculo de temores que antecede a la primera caída.

Con el amor sucede algo parecido, uno tiene necesariamente que equivocarse. A veces icluso perseverar en el error, sin escuchar a nada.  Ni a nadie.
Y es entonces, cuando uno se descubre como en la primera infancia, cayéndose una y otra vez. Golpeándose con la misma piedra, venciendo los más grandes temores,. Pero sobre y ante todo, aprendiendo.

El mundo nos ha enseñado con razones justificadas a desconfiar, a tener miedo de todo lo que brilla en medio de la oscuridad, a mirar con malicia y cierto prejuicio a la mano que se extiende en la desgracia. Por más que ésta de visos claros de sinceridad y honestidad moral, la cultura de la desconfianza nos hace estar siempre a la defensiva en todos los aspectos.
Personalmente, creo que hoy, tenemos la absoluta tendencia de no arriesgar nunca el más mínimo de nuestros intereses a menos que estemos totalmente seguros. El problema es que esto tiene como consecuencia que nunca se lance la moneda por miedo a fracasar nuevamente, por miedo al error y a las críticas.
Hay que vencer los miedos, aunque la lucha sea larga y tediosa. Hay que buscar dentro de cada uno de nosotros esa fuerza que nos obliga a empezar de nuevo. Que hace abramos nuestros ojos, nuestras palabras, nuestro corazón. Así cada vez que caigamos, levantémonos y repitamos tal como se leía en una Graffiti de la revuelta francesa de Mayo del 68:
 
 
“¡Seamos realistas, pidamos lo imposible!”.

Al igual que en las decisiones, que en los errores y las metas, en el amor hay que darlo todo. Yo misma comprobé, después de intentarlo una vez, después de caerme y tener que levantarme yo sola como bien pude, que si tú no haces el esfuerzo, eres tú mismo, y luchas por todo aquello en lo que crees y que amas, nadie va a ayudarte, ni mucho menos: hacerlo por ti.
Puede que no dure para siempre, puede que el instante de felicidad sea tan corto como un parpadeo, puede que te hagan daño, o incluso que se rían de ti. Puede que cometas errores, puede que te arrepientas, puede que te tortures a tí mismo mil y una veces...

Pueden pasar muchas cosas, pero si nunca lo intentas, nunca sabrás cuáles.



Que te subestimen es de mediocres. Si te subestimas, directamente, es que eres tonto.

1 comentario:

  1. Qué fuerza que transmite este post!!!
    Esto me dará valor para afrontar el mes que entra, que empiezo ya el día 5 la uni y todo...

    Un besito,
    Wherever the Sunset is

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