martes, 11 de enero de 2011

Y si te pierdo dejaré mil señales de humo y fuego. También prendas por el suelo.

Es una sensación que no puedo describir. Lo he intentado muchísimas veces, pero es inútil.
Estoy en frente del ordenador intentando teclear algo que valga la pena o por lo menos, teclear algo. 
Pero llevo aquí más de media hora y ni si quiera sé qué escribir. quizás sea que no se por donde empezar, o quizás quiera acabar ya. O simplemente, necesito empezar y acabar rápido para lograr, al menos por una vez, no derramar una sola lágrima.
No quiero dejarlo para más tarde, porque en tal caso no lo haré. No quiero darle tiempo al tiempo, porque creo que ya esperé lo suficiente. Y todavía mis dedos no se deciden a contar nada, porque hay demasiado que contar, que detallar y quizás, que aclarar. 
Tengo mil ideas en la cabeza, cien pensamientos que siempre se resumen en lo mismo y en los que siempre se esconde la misma causa: tú. Pero mis exigentes súbditos no se decantan por ninguna. 
No voy a contaros lo que ya conté una vez, porque aún me duele al pensarlo. 
No puedo decir que no le daré nunca más la importancia que en su día se mereció, por lo menos para mi, porque sé que no voy a ser capaz de cumplirlo. 
Pero tengo ganas de escribir sobre eso que se apodera de mis sueños, que me despierta en mitad de la noche, tiritando y con el rostro mojado. 
De aquel niño que se apoderó de un corazón que necesitaba ser habitado alguna vez. Pero quizá este estaba en el cuerpo equivocado. 
A veces me gustaría que así fuese, que se hubiese equivocado de cuerpo y de vida. Que se diera cuenta y que volviera a la suya. A una suya que hubiera sido capaz de tenerle sin dejarle llevar, sin hacerle daño.
De todos modos, ahora sólo era testigo de los horrores de la vida, de eso que se llama amor. Y todos los errores que ha cometido: Mi propio cuerpo.
Creo que fue una de mis pocas alegrías, durante meses lo fue. Ahora solo en mis últimos sueño lo ha sido, y de hecho es lo único que... es.
Quisiera gritarte a voces sordas de teclado lo que siento. Quisiera llorar las noches que me gustaría que estuvieses por aquí...
Querría pedirte que vuelvas. Querría que supieses cómo estoy... pero ahora estás más lejos todavía y mis sueños nunca tienen la mala costumbre de hacerse realidad.



- Oye, que si vuelves, yo te cuido. Lo prometo.



No encontraba otra forma de decir que:
Llenas mi vida de luz,
y a mi tan sólo se me ocurre amarte.

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