lunes, 27 de septiembre de 2010

Teach me

Enséñame a besar el aire sin perder el aliento. A morder tus labios sin sangrarlos y a amarte en silencio para no quebrar tu quietud.

Enséñame a verte en las estrellas, en el llanto apagado de una mujer, en la silente caricia de un anciano y en la mordedura de un perro. Amor ajeno.

Qué sensación tan tierna dejarse morir por un beso y gemir como el viento en un suspiro.

Quiero que me enseñes a caminar por la vida sin dolerme de los desamores, las tristezas, los engaños y los llantos.
Enséñame a dejarme cautivar por las rosas, el canto de un ave, el fresco amanecer, el olor a mar, a fruta fresca, a beso recién dado.

Cuando beso con la mirada las cosas te siento en ellas. Y me encanta.

Resulta que hay sentimientos que lo mueven todo: Las nubes, el viento, el zumbido de un zancudo, la fosforescente luz de la luciérnaga, el relincho de un caballo, el ladrar de un perro…

Un día amanece nublado o con sol y estás allí, sembrando flores, moviendo a tu antojo la arena, meciendo las olas, hamaqueando las palmeras, y haciendo que yo, sin desearlo, contornee las caderas.

Pero he ido aprendiendo que tú eres fuego y viento desatado, terremoto intermitente, pasión andante, agua que discurre, tierra agitada, luz y sabiduría.

Quiero que me enseñes cómo reprimir mis emociones para frenar siempre el llanto que se anuda en la garganta.
Es que ¿sabes?, el sabor salado de las lágrimas me han llevado a pensar que debes enseñarme a andar por los caminos sin caerme en el intento.

Por eso quiero que me enseñes a ver las constelaciones, a amanecer sin frío y sin soledad. A amar los trazos de tu piel, tu aliento bucólico y la melodía de tu voz apagada en un interminable beso.
Enséñame, sólo enséñame a besar el aire y a tejer con las nubes pequeñas alfombras para que descansen tus pies.

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