sábado, 27 de noviembre de 2010

No sé... Me da por leer esto y me trae buenos recuerdos. Entonces, todo era más fácil, solo queríamos conocernos.

Bien, siempre olvido decirte lo que realmente importa, siempre me quedo sin palabras cuando hablo contigo. Muchas cosas quiero compartir y a veces me asalta esta especie de inseguridad en mis argumentos. Y siempre, olvido decirte que te quiero.
Yo, una idiota con pajaros en la cabeza y poco más, dejo mucho que desear en todo lo que toco, en todo lo que escribo.
Nunca acierto, me queda sólo esta sensación de saber que me queda algo por decir. Y que aunque me quede otra oportunidad, siempre la derrocharé. Pero sé que existe ese resguardo que me salva de mis autismos sentimentales.

Yo, una idiota con ganas de abrazarte, no soy sólo esa voz en off que vacila de una prepotencia que le provoca la sociedad entre la que vive. Me refugio en mis debilidades y eso se nota, vamos que si se nota... Soy algo más. Puedes creerlo.
Siempre he creído que lo que se expresa escribiendo no se es capaz de volver a reproducirlo hablando y eso es algo que tengo marcado en todo lo que digo, en cada cosa que escribo, bien o mal, sea real o no.

Lo siento, pero entre otras cosas soy humana y entre otras cosas sufro la debilidad de ser vulnerable a lo que siento.
Siempre intento ayudar a la gente dandole consejos, pero luego no sé interpretar mis propios sentimientos, y esa especie de psicología no me sirve ni para una sesión de autoayuda.


Llevar esta amistad, esta complicidad en silencio con la oscuridad como testigo, me está haciendo crecer como persona y cuanto menos como ciudadana x.
Estoy aprendiendo de ti, no sé quizás el qué y el cómo, pero siento que he cambiado durante estos meses. Sé que al igual que he madurado, he sido más infantil, me he divertido. He estado horas riendome sin parar. Pero a veces siento la necesidad de desafiar al mundo tras hablar contigo, siento la prepotencia de mirar por encima del hombro al resto del planeta tras colgar la conversación de rigor con la cual alimentas algo más que este vacío que a veces me abduce.
Alimentas mi corazón con tus palabras, que casi siempre interpreto a mi manera para luego soñar contigo. Y es que siento esas ganas irrefrenables de gritarte que te quiero aunque no me puedas escuchar.
Fue muy grande dar contigo y mucho más grande es el saber a ciencia cierta que es cierto, que pasa el tiempo, ya casi dos meses
(ahora 8) y esto funciona, seguimos al pie del cañón con esas ganas dementes de querer mucho mas, de querer lo que por derecho la vida nos debe. De querer que todo salga bien y nada ni nadie lo estropee en cosa de segundos. 

Porque nos dimos esa segunda oportunidad. Esa segunda parte, que como dicen, suele ser mejor que la anterior. 
Estoy muy segura de ti, eso me hace partícipe de una paz interior que no he sabido canalizar a lo largo de mi corta vida y que por mera casualidad me veo obligada a enfrentarme a mi misma. Me siento extraña al verme reflejada en el espejo, al hablar sola de temas que quizás nunca hubiese tocado y que por supuesto estaban destinados a ser pasto del olvido por la más absoluta manía esta de reprimir lo que hierve bajo la piel cuando te cruzas por mi camino.
Cada vez me ahoga más esta impotencia del teclado y me limito a escribirte todo aquello que por miedo no sé como decirte. Incluso a veces, me callo cosas que me hacen estallar, que explotan junto a mi corazón joven y no tan intacto como creía. Me ataca el impulso de morir en tus brazos, de morir en tus palabras para más tarde buscar el exilio en tu aliento y poder sentirme fuerte. Te anhelo.
Todo siempre es mucho más sencillo y como tal mucho más duro que la misma realidad, y como tal, mucho más cercano. Pero casi siempre intento no verlo, para que esa distancia me sea menos dolorosa.
Quisiera pregonar lo que te quiero a voces sordas de teclado. Quisiera gritar este vacío de no poder tocarte. Quisiera llorar las noches que me gustaría que estuvieses por aquí, pero me quedo con el consuelo de que sé que cobraré todos los intereses, de que algún día saldaré esta deuda. Mientras tanto, pago aduana al cruzar algún mensaje a tu móvil, pago el impuesto revolucionario por haberte conocido.

Pero me da igual, me siento especial por sentir bajo mi piel lo que me trasmites y eso me da que pensar, y siento poco a poco que me hace ser algo más que un personaje anónimo destacado entre tanto sentimiento por atar. Los míos. Extraños, fugaces, imposibles.

Son tantas las cosas que te quiero preguntar, son tantas las vivencias que quiero compartir contigo, son tantas las ganas de seguirte el rastro que no me veo capaz de empezar yo sola.
Es inevitable, juegas un papel clave al día de hoy en esta partida de ajedrez que no es otra que mi vida, sin trampa ni cartón, esta partida de ajedrez, que según recuerdo siempre se ha visto destinada a quedarse en tablas o a una derrota para mi bando. Pero casi siempre que comienzo a saber que puedo conseguir el jaque mate, hay algo que viene y derrumba el puente.
Reconozco que soy débil, este mensaje lo pone de manifiesto, pero claro, eso tú ya lo sabes.
Yo sé que lo sabes. Y que al menos un poco me aprecias. Y que aunque no lo digas piensas que soy un poco pesada. Pero es por todo esto, que todo lo que pretendo plasmar cobra sentido por si solo.
Te echo de menos.



26.Mayo.2010.

No hay comentarios:

Publicar un comentario